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Desigualdad mundial en el acceso a la vacuna del Covid-19.

Por Ernesto Jiménez

El histórico presidente estadounidense, Abraham Lincoln, escribió que “todos los hombres nacen iguales, pero esa es la última vez que lo son”, con lo cual denuncia, las arbitrarias inequidades que las estructuras sociales, económicas y políticas construyen entre los seres humanos. Además, en esas breves y descarnadas palabras, el paradigmático mandatario muestra un conocimiento profundo de la condición humana.

La desigualdad es un elemento transversal de las relaciones interpersonales que se expresa en todos los ámbitos del quehacer humano, desde la discriminación racial, económica o social, hasta las normas no escritas que validan y normalizan dicha discriminación en el plano cultural. Además, al ser un factor determinante en las relaciones de poder, llega a colocarse por encima hasta de la ética y la moral. Sencillamente, está firmemente enraizada en la naturaleza humana, a un punto tal, que permea con fuerza brutal, las relaciones entre las naciones del globo terráqueo.

Para nadie es un secreto que la historia política de la humanidad está plagada de episodios espantosos de explotación, despojo y abusos por parte de aquellos que tienen mucho poder contra aquellos menos poderosos. Por esa razón, frases tan crueles como aquella sentencia de hace 2,400 años de Glaucón, de que “lo justo es lo mismo en todas partes: la conveniencia del más fuerte” pareciera que aún tienen cabida en el mundo de hoy.

Esta realidad que se vincula íntimamente con la naturaleza humana también se ha expresado en la profunda desigualdad con que se han distribuido las tan anheladas vacunas contra el COVID-19, derribando de paso, las esperanzas de millones de personas que ingenuamente pensaron que la calamidad compartida ante una pandemia sin precedentes encontraría respuestas comunes por parte de los grandes líderes globales.

Por eso es aún más decepcionante y vergonzoso constatar cómo las grandes naciones del mundo han acaparado más del 95% de la producción total de vacunas en los primeros 2 meses del año 2021, y cómo, sumidos en una indiferencia espantosa, a sus máximos dirigentes no les ha importado la tragedia que viven millones de personas que habitan en las países más vulnerables del planeta, sino que han dinamitado la posibilidad de acceso a la vacuna elaborada por las principales farmacéuticas de occidente.

Y no es solo que han acaparado prácticamente la totalidad de las vacunas suministradas hasta el momento, sino que inclusive han iniciado una competencia feroz para determinar quién accede a mayor cantidad de vacunas en el menor espacio de tiempo. En adición a esto, algunas instancias supranacionales como, por ejemplo, la Unión Europea han dictaminado sentencias para forzar a las compañías farmacéuticas a suministrar dosis primero en los países miembros.

Otro punto crucial es que, hasta el momento, la oferta de dosis disponibles es insuficiente, ya que la capacidad de las farmacéuticas más prestigiosas para suministrar cientos de millones de vacunas, sencillamente, ha sido desbordada por la ingente demanda mundial. Esto complica aún más el panorama, pues limita el acceso a las vacunas, no por el precio (oscila entre 4 y 29 dólares por unidad) sino porque, hasta el momento, las compañías a cargo no tienen la capacidad de producirlas en el volumen necesario.

Como era de esperarse, los gobiernos de América Latina se han visto acorralados por este enorme desafío global. A excepción de Chile, la mayoría de las naciones de la región no han podido asegurar suficientes vacunas potenciales para cubrir a toda su población, un hecho que, acorde a la Organización Mundial de la Salud (OMS) se vuelve más marcado cuando esas compras se restringen a sólo las que están actualmente autorizadas.

Las estimaciones de la OMS predicen que puede llevar hasta finales del 2023 producir suficientes vacunas para todo el mundo. Por eso, para combatir este enorme desafío de la equidad, los mecanismos globales como COVAX (liderados por la OMS, la Alianza de Vacunas GAVI y la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations) están desempeñando un papel fundamental en la expansión del acceso para los países más pobres. Es importante puntualizar que la mayoría de los países de la región se han sumado a esta iniciativa. 

Ante este panorama, los países de América Latina y el Caribe se han abocado a implementar estrategias de diversificación de la búsqueda urgente de vacunas contra el COVID19. Eso abrió las puertas a una miríada de alternativas para acceder a vacunas producidas en decenas de países, entre los que se destacan la India, China y Rusia.

En este sentido, el gobierno de República Dominicana ha tomado el camino más recomendado para obtener vacunas. Puesto que, mientras espera las dosis contratadas con Pfizer-BionTech y AstraZeneca-Oxford, firmó acuerdos con China y la India para conseguir la preciada vacuna. Esto posibilitó que llegara el a mediados de febrero el primer cargamento de 110 mil vacunas procedentes de la India, y a partir de ahí, el gobierno dominicano comunicó su plan nacional de vacunación que contempla inocular a 7.8 millones de ciudadanos para finales del año 2021. Evidentemente, para que esta hoja de ruta sea efectiva, necesita del cumplimiento de la entrega de las vacunas por parte de las farmacéuticas contratadas.

Es fundamental que los países de América Latina, a pesar de la terrible inequidad en la distribución de las vacunas, redoblen y unan esfuerzos para acceder a estas. Solo así tendrán posibilidades reales de éxito contra la pandemia y, a partir de ahí, lograr la necesaria recuperación económica que les permita seguir avanzando en democracia y bienestar.