Por: Ernesto Jiménez
El impacto sanitario del coronavirus Sars-cov-2 posee dramáticas repercusiones para los ciudadanos y los gobiernos del mundo. Al llegar al mes de Julio del 2020, se alcanzó la cifra de 12 millones de seres humanos contagiados y 551 mil personas que han perdido la vida, configurando así, un panorama de crisis de salud mundial que, a su vez, afecta sensiblemente la economía.
Las consecuencias macroeconómicas de la lucha contra el avance del coronavirus han provocado la depresión más importante de los últimos 90 años, la cual ha sido aún más grave, debido a la enorme crisis de deuda que, desde la recesión del 2008, debilitó las finanzas en múltiples Estados del mundo. Estas crisis (2008 y 2020) plantean escenarios en donde los gobiernos se ven tentados a establecer políticas fiscales y monetarias expansivas que, aunque buscan incentivar el consumo para evitar un descenso radical de la demanda agregada, conllevan masivos movimientos de recursos monetarios que impactan sensiblemente la estabilidad de la moneda, y los precios de los bienes y servicios.
En un informe del mes de junio el Fondo Monetario Internacional (FMI), pronosticó que la economía mundial se contraerá este año por encima del 3 %, y para el 2021 se espera una recuperación o repunte de la producción mundial de un 5.8 %. Este organismo internacional estima que por cada mes adicional de confinamiento se reduce el potencial crecimiento global en un 3 % aproximadamente.
En cuanto al mercado laboral, los estragos del coronavirus han sido sencillamente devastadores. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se han perdido, a julio del 2020, 400 millones de empleos en todo el planeta. La región que peor desempeño ha tenido en este renglón es Latinoamérica que, con más de 41 millones de empleos perdidos, representa más del 11 % del aumento del desempleo global. Es justo señalar que estos niveles de desocupación no tienen precedentes en la historia moderna.
Ante esta realidad, el mayor desafío que enfrentan los Estados y los agentes económicos es evitar un colapso laboral, fiscal y monetario que haga aún más difícil la recuperación durante y después de la pandemia. En adición, el escenario de confinamiento y distanciamiento social conmina a los sectores productivos a nivel global a elaborar nuevos paradigmas que viabilicen el uso de la tecnología en las operaciones productivas de las empresas y las familias.
En ese orden, la estabilidad del sector de servicios financieros es vital para la economía, sin embargo, también ha sido golpeado severamente; por ejemplo, en los países menos desarrollados mundo, las actividades financieras han disminuido ante la reducción de los ingresos y la dificultad de acceso por parte de la población. Acorde a datos suministrados por la Organización de Naciones Unidas (ONU), en América Latina se estima que las transacciones en moneda en efectivo se reducirán aproximadamente un 40 % y, en Europa, este indicador pudiera alcanzar una reducción del 60 %.
De ahí la relevancia fundamental de fortalecer las estructuras digitales para viabilizar las operaciones financieras. Por ejemplo, en China e Italia, cuatro semanas después de que comenzara la propagación del coronavirus, el aumento estimado de la actividad digital fue de 20 % y se prevé que esta tendencia se incremente en todo el mundo.
En cuanto a política monetaria se refiere, ante el impacto del coronavirus, es imprescindible garantizar la estabilidad de la moneda, por eso, los principales bancos centrales del mundo han procedido a flexibilizar el acceso al crédito, formulado políticas monetarias expansivas que mantengan niveles aceptables de consumo y evitar que las pequeñas empresas y las familias colapsen financieramente ante la falta de liquidez.
En este orden, la Reserva Federal de los Estados unidos de América (FED por sus siglas en inglés) decidió mantener su tasa de interés referencial a corto plazo cerca de cero en un esfuerzo por compensar el impacto económico del coronavirus. Esta, la máxima institución monetaria de Estados Unidos que funge como banco central, decidió mantener el rango objetivo para la tasa de fondos federales de 0 a 0.25 %.
Establecieron que mantendría las tasas bajas hasta que haya “signos de que la economía se ha recuperado del coronavirus y el cierre”. La FED indicó en un comunicado que “la actual crisis de salud pública tendrá un gran peso en la actividad económica, el empleo y la inflación” durante los próximos meses. La decisión de mantener bajos los costos de los préstamos sigue a dos recortes de emergencia el mes pasado que redujeron las tasas de interés a casi cero. Fue la primera vez que las tasas de interés caían tan bajas desde 2008, cuando la Reserva Federal buscaba revivir la economía en medio de la crisis financiera.
Además de mantener las tasas de interés cerca de cero, el banco central también está comprando bonos del Tesoro e hipotecas para reducir aún más las tasas de endeudamiento, y anunció que comenzará a prestar 500 mil millones de dólares directamente a grandes empresas con altas calificaciones crediticias. Este tipo de préstamos directos también se extenderán a empresas medianas y pequeñas (PYMES), muy afectadas por las medidas de confinamiento, con el objetivo de dar mayor nivel de liquidez a todo el sistema financiero.
Ese paquete de estímulo se une a la histórica erogación de fondos de más de 3 billones de dólares para mantener a flote la economía estadounidense que, junto al resto del mundo está transitando por la crisis económica de magnitudes sin precedentes.
Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) ha reducido las tasas de referencia que cobra a los bancos por el exceso de reservas a un día (la facilidad de depósito), en el -0.50 %, los tipos de interés aplicables a las operaciones principales de financiación, que son las subastas semanales, en el 0 %, y las tasas que cobra a los bancos por prestarles a un día (la facilidad marginal de crédito) en el 0.25 %.
Esta máxima entidad financiera europea ha establecido estímulos monetarios que superan los 120 mil millones de euros como mecanismo temporal de compra neta de activos y líneas de crédito especiales dirigida a los bancos que se adapte para mejorar los préstamos a las PYMES y para apoyar también a los bancos con posibles problemas de préstamos morosos, como por ejemplo, el programa de refinanciamiento de largo plazo a una tasa más barata de -0.75 % y que concedería operaciones adicionales de refinanciamiento de largo vencimiento para garantizar liquidez inmediata en el sistema financiero del área del euro.
La idea es evitar que se cree una especie de círculo vicioso donde la falta de recursos de las empresas genere niveles de insolvencia que aumente los préstamos morosos en los bancos y que finalmente conduzcan a una crisis crediticia, que agravaría la de por sí muy deteriorada capacidad de pago de las familias ante la pérdida de empleos e ingresos reales.
Las bajas proyecciones de inflación, que se mantuvieron sin cambios en 1.1 %, 1.4 % y 1.6 % para 2020 y los próximos dos años, otorgan un margen amplio a la inyección monetaria para incentivar el consumo. El peligro radica especialmente en los precarios balances fiscales que tienen algunos países de la zona euro.
Existen países en la zona euro que enfrentan esta crisis sumidos desde hace años en delicados escenarios de déficits fiscales y, hasta en graves riesgos de caer en default por la incapacidad de pago de la deuda soberana, este es, por ejemplo, el caso de Grecia que, fuertemente golpeada por la crisis financiera global del 2008 no ha logrado recuperar su estabilidad fiscal de antes de la crisis y ahora ha necesitado que el BCE compre “bonos basura” del gobierno para evitar un mayor colapso.
En el continente asiático nos encontramos realidades muy diversas debido a las características diametralmente opuestas de dichas economías. Los factores comunes se limitan a los paquetes de estímulos económicos y las reducciones de las tasas de política monetaria que en estos momentos se está aplicando como una especie de receta global para mantener la estabilidad fiscal y monetaria.
Australia presentó medidas monetarias y fiscales por un valor que supera los 113 mil millones de dólares estadounidenses y el Banco de la Reserva de Australia redujo las tasas de referencia a un mínimo histórico de 0.25 %, mientras el S&P/ASX 200 perdió cerca de 30 % de su valor desde sus niveles máximos de fines de febrero.
Corea del Sur aprobó un paquete de estímulos económicos que superan los 80 mil millones de dólares para apoyar las PYMES y los mercados de bonos y acciones.
El Banco Popular de China ha informado que bajará las tasas de interés gradualmente a partir de los meses de mayo o junio. También recortó el coeficiente de reserva bancaria, lo que permitió a muchas de las instituciones financieras del gigante asiático otorgar préstamos por más de 79 mil millones de dólares adicionales.
Sin embargo, los analistas estiman que se necesitaran más medidas para reactivar el crecimiento económico, dado que varios bancos, como Nomura, proyectan para el PIB de este trimestre una contracción de un 9 % interanual.
El Banco Popular de China ha garantizado mayores medidas de estímulo para los agentes financieros, lo cual, acorde a la economista senior de BNP Paribas Asset Management, ha mejorado el ánimo a nivel nacional. Según esta analista, paradójicamente, la política de expansión monetaria de la Reserva Federal logró menos apuntalar el sentimiento del mercado que las políticas del Banco de China.
En cuanto a América Latina, el golpe monetario ha sido muy heterogéneo por las diversas realidades que se observan en dichos países. Aunque en términos globales, fenómenos como la salida de capitales, que tan solo en el mes de marzo se estima superó la cifra de 20,000 millones de dólares, reducción de ingresos por remesas, reducción del flujo turístico y la caída de inversión extranjera directa tiene un carácter general, el impacto de estos no tendrán las mismas consecuencias en las economías de la región.
Otro fenómeno importante al que se enfrenta la región latinoamericana es una caída del ingreso por exportación, debido tanto al retroceso de los precios de las materias primas como a la reducción de los volúmenes de exportación, sobre todo a China, Europa y Estados Unidos, que son importantes socios comerciales.
Esos escenarios nefastos influyen poderosamente en la depreciación de las principales monedas de la región. En promedio, el real brasileño se ha depreciado un 26 % en el mes de abril, el peso mexicano un 24 % y el peso colombiano un 20 % (mayo 2020). Es evidente que las reservas internacionales de los bancos centrales de la región están siendo sometidos a fuertes presiones para evitar un avance acelerado del dólar que, podría entonces presionar al alza la inflación y complicar aún más el cumplimiento de metas de estabilidad cambiaria y monetaria.
La fuerte caída de los precios del petróleo también tiene consecuencias heterogéneas en la región debido a que ha golpeado con especial fuerza a los países exportadores, pero ha beneficiado a las economías más pequeñas que, a su vez, son importadoras netas de combustible fósiles.
Finalmente, es importante destacar que en América Latina, el endurecimiento de las condiciones financieras afectará negativamente a las economías grandes e integradas financieramente y a las que sufren vulnerabilidades subyacentes. Lo cual, completa un panorama de enormes y divergentes desafíos en una región que paulatinamente se va convirtiendo en la más afectada por el embate terrible del coronavirus.