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Un monstruo llamado inflación.

Por Ernesto Jiménez

“La inflación no es en el fondo más que una forma singular de tributación, quizás la peor.”. Henry Hazlitt

La inflación es definida, en términos simples, como el aumento generalizado y sostenido del nivel de precios a lo largo de un período establecido. Este indicador se determina a partir del “índice de precios al consumo (IPC)”, el cual, es un porcentaje extraído de la variación de los precios de una cesta de bienes y servicios en un lugar concreto durante un período de tiempo determinado.

Debido al impacto trascendental que tiene la inflación en la calidad de vida de la gente, prestigiosos analistas y estudiosos de las ciencias económicas han prestado especial atención a los factores que la originan. Entre estos, se destaca el economista estadounidense Irving Fisher, quien en 1911, mediante su “teoría cuantitativa del dinero” postuló que la inflación era una consecuencia del aumento de la cantidad de dinero en la economía; es decir, el dinero —al igual que cualquier otra mercancía— está sujeto a las leyes del mercado, por ende, cuando abunda se reduce su valor. Y al perder valor, se necesitan más unidades de éste para adquirir los mismos productos; en consecuencia, suben los precios.

Esta teoría de Fisher alcanzó su máxima expresión, unas décadas más tarde, en las ideas del ganador del premio nobel de economía, Milton Friedman, en especial porque este economista conjugó importantes evidencias empíricas con algunas tesis de otras escuelas de pensamiento económico para reformular la teoría cuantitativa y establecer que la inflación era determinada, además de la cantidad de dinero, por otros factores relevantes, como por ejemplo: los tipos de interés de activos alternativos al dinero, las expectativas de los agentes económicos y el uso, que en base a esas expectativas, hicieran de sus rentas (ahorro y consumo). Todos estos factores, en términos simples, dieron forma al postulado —aceptado mundialmente— de que, la inflación es un fenómeno eminentemente monetario.

Independientemente de las numerosas explicaciones que distintas escuelas del pensamiento económico han formulado sobre las causas de la inflación, hay algo en lo que la mayoría de éstas están de acuerdo: una tasa de inflación baja y estable es el escenario más deseable para el bienestar económico de una nación. Esto porque, dolorosas evidencias históricas indican que un alza continua y general de los niveles de precios disminuye el valor real de la moneda, reduce el poder adquisitivo de los asalariados, desincentiva el ahorro, deprime la inversión y, en definitiva, empobrece a la inmensa mayoría de la población.

En este sentido, algunos autores han establecido que la inflación es el más cruel e injusto de todos los impuestos, bajo el entendido de que, el Estado puede imprimir monedas sin respaldo para financiar déficits, e indirectamente, cargar el peso del desbalance fiscal a la ciudadanía. Sin embargo, aunque este método de financiamiento estatal está en desuso, es indiscutible que dicha afirmación conserva un alto grado de veracidad, dado que la inflación posee la misma característica de un sistema tributario injusto y regresivo: impacta más agudamente a quienes menos posibilidades económicas tienen. Y en este orden, crea una fatídica dinámica que se asemeja a la bestia Caribdis —una criatura marina de la mitología griega que, absorbía con sus fauces a todos los peces del mar, exceptuando a los más grandes y poderosos que podían huir de ella—, ya que, al igual que Caribdis, la inflación es un monstruo que destruye sin compasión a los más vulnerables.

En vista de las funestas consecuencias sociales del aumento sostenido y generalizado de los precios, dentro de los consensos económicos internacionales, se encuentra la necesidad de mantener este fenómeno bajo control. Por lo tanto, se ha establecido como un deber fundamental de las autoridades monetarias del planeta, mantener tasas de inflación bajas que incentiven un marco de bienestar social y económico para todos los pueblos del mundo.

Artículo publicado originalmente el 8 de julio del 2018. Revisado el 13 de marzo del 2021.